Texto de María Arregui Montero:
Las micorrizas surgen de una simbiosis entre una raíz (ríza) y un hongo (mýkēs). Por lo tanto, a pesar de ser un elemento vivo, no tiene la capacidad de mirar -si nos ceñimos a la exactitud del término-. Quien sí mira es el ser humano, que se ha erigido a sí mismo como el centro de todo, quien dispone y destruye. Sin embargo, el arte nos permite crear metáforas más allá de lo que la realidad y la propia lógica nos permite, y es precisamente a lo que la artista Rocío Arregui nos invita: a apartar la mirada humana y analizar el entorno desde la hipotética perspectiva de las micorrizas para transmitirnos su preocupación por el medioambiente y poner en valor su conservación, puesto que estas micorrizas y todo cuanto las componen y convergen en ellas, son un legado natural que ha permeado también en lo cultural. Como la propia artista menciona, esta mirada se dirige:
«desde el suelo hacia el cielo, como si desde su oscuridad los seres que las conforman se asombraran de la luz que traspasa las ramas de los árboles. Estas micorrizas conectan, o se identifican, con las fuerzas de la naturaleza, la física y la química, pero también con las diosas asociadas a la tierra en muy diferentes culturas».
A través de diversas técnicas como el dibujo, el frottage, la acuarela, la fotografía o la pintura, y de diferentes formatos como la instalación o las cajas de luz entre otros, Rocio Arregui nos ofrece cuatro vías o miradas que se abren a través del concepto de las micorrizas. Por un lado, su capacidad de establecer conexiones con tiempos geológicos y biológicos, convirtiéndose en testigos de cuantas formas de vida y cambios morfológicos de origen natural acontecen en el subsuelo. Además, Rocío también pone el foco en las raíces que quedan desprotegidas en la superficie a consecuencia de la erosión, provocando, a la larga, el derrumbe y desaparición del árbol o planta -acercándonos, con ello, a nuestro propio fin-. Por otro lado, los mapas que de manera sugerente aparecen a partir de las raíces y parecen querer retener la propia historia natural de la que inexorablemente todos somos parte. Y, finalmente, la asociación que la artista ha ido observando entre las micorrizas y divinidades femeninas de diferentes culturas y que aluden a la tierra, como Astarté, Ishtar o Gea.
Las micorrizas observan en silencio el ruido que el ser humano provoca: mientras ellas se aferran al suelo para seguir produciendo vida, nosotros las destruimos en pos de un vacuo progreso, que no conduce más que al desarraigo y a la desmemoria. Es por ello que, cuando no somos capaces de ver las consecuencias que nuestros actos provocan en el paisaje, debemos apartar nuestro individualismo y dar espacio a una mirada más próxima al origen de todo lo que somos, aquella que nos propone Rocío Arregui, la mirada de las micorrizas.
El olmo de la dehesa foma parte del proyecto «Doñana en Sevilla. Artistas por la dehesa de Tablada»: https://www.facebook.com/profile.php?id=100088391142922
La mirada de las micorrizas bajo el jardín II formó parte del proyecto Postrimerías: https://editorial.us.es/es/detalle-libro/720379/postrmerias